”Qué extraordinario
es el tiempo que vivimos. Extraordinario tiempo que propone problemas
enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía
y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo
fructífero, preñado”
Rosa Luxemburgo en 1906
El estado de las cosas es
preocupante. Cada vez es más evidente que la democracia y la
justicia en este país están al servicio de una minoría que se
enriquece a costa del trabajo de la mayoría. Los fundamentos del
estado de derecho tal y como está constituido en la actualidad se
están derrumbando, la constitución no se cumple, la justicia no es
igual para todos, salta a la vista la no existencia de separación de
poderes, la democracia se ha convertido en (siempre ha sido) una
dictadura cada cuatro años y quién realmente dicta las políticas
son los “mercados”, el paraíso capitalista. Pero analicemos
quienes son esta minoría y como se enriquece.
Esta minoría no actúa
en función de una plan magistral dictado por una conspiración
mundial, no, es más bien una red de intereses privados, incluso con
disputas internas de poder, que en momentos de crisis actúan de
forma corporativa en defensa de sus privilegios. En la película “El
jardinero fiel” queda
perfectamente representada esta idea. Nadie ordena la muerte del
protagonista, pero sin embargo hay toda un red de intereses privados
que permite transmitir la idea de que hay que asesinarlo sin
necesidad de decirlo directamente. Intentar personalizar la burguesía
en un colectivo concreto es equivocado. En realidad, la burguesía es
una red de intereses privados formada por personas de muy distinto
ámbito: grandes empresarios, banqueros, políticos, jueces, …
Esta
minoría logra enriquecerse de varias formas. Una de ellas es
directamente a través de la corrupción con el desvío de fondos
públicos a paraísos fiscales. No se si nos damos cuenta de la
gravedad que supone que el dinero que debería usarse para
hospitales, colegios y servicios en general haya ido a parar a
grandes contratas, a cambios de comisiones. Los aeropuertos no se
construyen por delirios de grandeza, sino porque esto significa coger
fondos públicos y llevarlos a la red de intereses privados,
engordando las contratas, pagando comisiones, …
También
hay otra forma de enriquecimiento indirecto más sutil, el sistema
capitalista en general y el endeudamiento en particular. Durante los
tiempos de bonanza económica los trabajadores hemos estado perdiendo
poder adquisitivo [1], aún así había sensación de abundancia
porque había crédito fácil. Por lo tanto, para hacer valer un
derecho recogido en la constitución como es el derecho a una
vivienda digna los trabajadores al perder poder adquisitivo tuvimos
que acceder a créditos. Una vez estallada la crisis el grifo del
crédito se cierra, la economía se para y los bancos reclaman su
dinero con intereses. De esta forma todo el fruto de nuestro trabajo
va a parar a los bancos, al sistema financiero y a la minoría
burguesa. Lo que deberíamos haber obtenido en salario, lo tuvimos
que pedir en créditos y de esa forma se roba el fruto de nuestro
trabajo.
Y la crisis, vale
recordarlo, no es una tragedia natural ante la cuál haya que
resignarse. La crisis está provocada por un sistema creado por el
ser humano y dirigido por este, por lo tanto hay unos culpables, que
por cierto, se siguen enriqueciendo si cabe aún mas. Muchos hemos
identificado ya la propiedad privada sobre los medios de producción
como el origen del robo y la explotación, propiedad privada que es
defendida a capa y espada por esta minoría de la que hablábamos al
principio del artículo. Llegar a estas conclusiones no es fácil,
hay que romper con ciertos esquemas mentales de tipo ético y
filosófico aprendidos durante toda nuestra vida para empezar a
imaginar otros tipos de propiedad, la propiedad común (procomún). Y
si ya es difícil llegar a ciertas conclusiones, no digamos
explicarlas. Para eso está la figura del sindicato y la figura del
partido. ¡Oh, espera!
Siguiendo con el estado
de las cosas, la respuesta de la clase trabajadora está siendo
cualitativa y cuantitativamente tímida y débil. Y no por qué no
haya una masa de trabajadores dispuesta a luchar y comprometida, el
15M nos demuestra lo contrario, sino por qué no hay unos partidos y
sindicatos a la altura de las circunstancias, capaces de integrar en
sus estructuras las ideas y los compromisos de las bases y que han
olvidado su objetivo principal, la preparación y concienciación de
la clase trabajadora.
Por un lado tenemos unos
sindicatos desactivados. En este punto cabe recordar qué es, en mi
opinión, un sindicato. Un sindicato es una organización de lucha
para la defensa de los derechos de los trabajadores, no es un
interlocutor social que representa a los trabajadores. Es más, el
objetivo del sindicato de clase no es tanto conseguir ciertas mejoras
laborales, no, el objetivo de un sindicato de clase es concienciar a
la clase trabajadora de su papel en la lucha de clases a través de
la defensa en el ámbito laboral de sus derechos. El giro de CC.OO de
sindicato de clase a agente social quizás sea muy representativo,
basta recordar el VI Congreso de las CC.OO de 1996 [2] (recomiendo
encarecidamente ver el vídeo). Entre los integrantes de la directiva
que logró apartar a Marcelino Camacho de la presidencia y que luego
fueron secretarios generales se encontraban Antonio Gutiérrez
(secretario general en aquel congreso), que acabó en el PSOE, José
María Fidalgo, en la actualidad con posiciones cercanas a UPyD y PP,
e Ignacio Fernández Toxo, el actual. Juzguen ustedes mismos. De
aquellos polvos, estos lodos.
En el otro lado tenemos a
los partidos políticos, donde el panorama no es más halagüeño
salvo ciertas excepciones minoritarias. El PCE-IU está embarcado en
una deriva socialdemócrata cuyo objetivo es presentarse ante los
trabajadores como mejores gestores de una capitalismo ultraliberal,
para convertirlo en un capitalismo más humano y social. Ante
cualquier crítica a este posicionamiento es habitual oír hablar de
la unidad de la izquierda, como si esta idea fuera un objetivo o un
proyecto político en sí misma. Véase por ejemplo la polémica
entre las direcciones reformistas de PCE e IU y el Partido Comunista
de Grecia (KKE) [3,4]. Entiendo que cuando se menta la unidad de la
izquierda se está diciendo que el objetivo es frenar los ataques de
la derecha. Esto es muy español, el “no pasarán”. Pero
por si a alguien le queda alguna duda, pasaron, nos vencieron, nos
represaliaron, nos humillaron, reescribieron la historia, no pagaron
por sus crimines y nos bajamos los pantalones para tener un poco de
paz en una democracia controlada. No se puede hablar de la unidad de
la izquierda para frenar la derecha, porque la derecha lleva
dirigiendo este país directa o indirectamente desde 1939. No, en
estos momentos se trata de construir una alternativa revolucionaria
cuyo objetivo transversal sea la preparación y concienciación de la
clase trabajadora, y cuyo proyecto político sea la constitución de
una república democrática, basada en una economía democrática y
social que persiga el bien común y no el interés privado.
Por ello, esta humilde
firma se suma al proyecto de construcción del Movimiento para la
Tercera República (M3R). “En él, nadie tiene que renunciar a
su propia identidad ni a anteriores pertenencias. Se trata de
confluir en la acción y en el proyecto para generar una nueva
identidad plural en torno a la ruptura democrática-republicana; es
decir, aspiramos abiertamente a conseguir la Tercera República en el
Estado español, para unir pueblos e identidades que recojan los
intereses y las aspiraciones de las mayorías sociales, sin
nostalgias de la primera o de la segunda. Soberanía popular y poder
constituyente para dar vida un nuevo Régimen republicano-federal
fundado en la democracia económica, social y cultural, con el
objetivo constitucional de construir una sociedad de mujeres y
hombres libres e iguales emancipada del mal social de la explotación,
la discriminación y el dominio. En resumen, forjar entre todas y
todos un nuevo consenso mayoritario para lograr la ruptura con un
período histórico caduco, que no termina de morir y que nos bloquea
el presente y amenaza nuestro futuro.”.
[5]
Nos
esperan años muy difíciles, aunque extraordinarios, donde debemos
asumir el compromiso de sentar las bases de un nuevo proceso
constituyente, revolucionario. Es hora de construir, no una
alternativa de gobierno, sino una alternativa de sistema, entre todas
y todos.
Pedro
Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal
-