"En efecto. Vivimos una crisis del sistema donde todo está interconectado. La crisis es financiera, económica, climática, alimentaria, migratoria. Una crisis que toca la gestión mundial, porque no hay ninguna institución mundial que goce de real credibilidad. El G20 no es más legítimo que el G8. Y las Naciones Unidas no logran jugar el rol previsto por su Carta.

Es verdad que esta crisis es el producto del avance de la desregulación, pero está también ligada al mismo sistema. El mensaje del FSM deberá ser aún más claro que cuando nació hace 10 años. Subrayar la necesidad de la globalización de la resistencia y de las alternativas para proponer un sistema alternativo al sistema capitalista patriarcal globalizado.

Los que se reúnen en Davos siguen por el momento con la capacidad de lanzar ofensivas contra los “de abajo”. Estos, están poco a poco superando su fragmentación –aunque con dificultades- para progresar en la dirección de ofrecer una alternativa global que es más que necesaria. Y pienso que la solución no pasa por reformar el actual sistema sino claramente contra éste."

Eric Toussaint, presidente del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo. Foro Social Mundial (FSM)

domingo, 26 de febrero de 2012

¡La deuda no la pagamos!

De la estrategia global a la acción local

Es cierto que el desarrollo tiende hacia el internacionalismo, pero el punto de partida es «nacional» y en este punto de partida hay que tomar pie.”
Internacionalismo y política nacional, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Gramsci

El Comité Griego contra la Deuda ha hecho pública una propuesta [1] en la que afirma lo siguiente: “la lucha griega de 2012 para la Europa actual, es a lo que España fue para la Europa "de los de abajo" en 1936. En 1936, la resistencia española contra el fascismo fue derrotada al permanecer trágicamente sola y sin ayuda. No es necesario recordar las consecuencias de pesadilla que siguieron a la derrota de España como conejillo de indias, y las heridas abiertas que han perdurado hasta ahora”. Es un afirmación valiente y potente, pues nos hace entender que la realidad europea es más peligrosa de lo que parece, lo cuál nos invita a analizar la situación internacional y establecer cuál es nuestro papel en ella, para luego poder decidir la respuesta más efectiva posible ante esta nueva agresión contra la clase trabajadora europea.

Vivimos en el paraíso capitalista, es decir, el gobierno de los bancos y de las transnacionales. El capitalismo globalizado ha conseguido imponer su ética y normas en todas las partes del planeta e incluso está logrando dirigir las políticas de algunos países del Norte, entre los que nos encontramos. Para ello hace uso de diversos mecanismos, uno de ellos es, sin duda, el uso de la fuerza, las guerras imperialistas de EE.UU e Inglaterra. Aún así existen otros mecanismos más sutiles que llevan actuando varias decenas de años y que permiten a esta dictadura del capital someter a los pueblos, siendo el chantaje sobre la deuda soberana el que mejores resultados está dando (para los capitalistas, claro).

La primera crisis de la deuda estalló en 1982, siendo especialmente virulenta en México y en los países de América del Sur. Los acreedores, con ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), impusieron en estos países “programas de ajuste estructural” (¿os suenan?, aquí los llamamos reformas estructurales) para reducir los gastos del Estado y aumentar la recaudación, de forma que se garanticen los reembolsos de la deuda a cualquier precio y por encima de cualquier consideración. Para ello se volcó la producción en la exportación y se abandonó los cultivos para abastecimiento local, se sucedieron privatizaciones masivas, se liberalizó la economía y se abrieron los mercados a las multinacionales. Este mecanismo de la deuda supone, en la práctica, el desangrado de los pueblos por sus estados y la degradación continúa de sus condiciones de vida. Es más, es un mecanismo sutil de dominación de los pueblos por parte de los acreedores, grandes multinacionales, grandes potencias y en definitiva por parte del gobierno capitalista global.

El capitalismo globalizado, en su deriva voraz e insaciable, no se ha conformado con el denominado Tercer Mundo. Ahora este mecanismo de la deuda se ha tornado de terrible actualidad en los países periféricos de la Unión Europea. Basta recordar la reforma de la Constitución Española tramada con nocturnidad y alevosía por las clases dirigentes de PP y PSOE para darnos cuenta que estamos metidos de lleno en este círculo infernal que supone la deuda.

Artículo 135.3 de la Constitución Española:

El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.

Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.

El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

Por lo tanto, dentro de la dinámica de clases a escala global, la realidad nos catapulta fuera de Europa hacia el Mediterráneo. Nuestros problemas, los problemas de nuestra clase trabajadora, son más propios del Norte de África que del Norte de Europa. Un par de ejemplos, el pago de la deuda externa de Marruecos supone en torno a 30% de su P.I.B., y sin embargo, Alemania se financia a coste cero; y la tasa de paro juvenil en Marruecos está en torno al 31%, la de Alemania en torno al 7%. Dicen que lo que nos espera es la “reforma a la alemana”, y yo digo que ojalá fuera realmente así, pero España es demasiado débil para seguir la senda del imperialismo intraeuropeo alemán. Nuestros problemas son diferentes del proletariado alemán, y por ende, las soluciones son también distintas.

Siguiendo esta línea de argumentación, nuestro papel dentro de la lucha contra el capitalismo globalizado se encuentra en la lucha contra el chantaje de la deuda, y por lo tanto, pasa por la asociación con las luchas contra la deuda en todo el Mediterráneo. Los griegos, más avanzados que nosotros en esta lucha, lo tienen muy claro, y queda reflejado en la ponencia de Leonidas Vatikiotis en el encuentro “Viviendo en deudocracia”, Quién debe a Quién, Madrid, 7 y 8 de octubre de 2011, “El origen de la deuda pública griega y razones para no pagarla” [2]. Hay que recordar que el derecho internacional recoge que un préstamo concedido a un poder despótico, que le sirva para reforzar su poder y no para beneficiar a su población, el régimen democrático que lo suceda no tiene la obligación de pagarlo; pues se considera una deuda odiosa. Pero debemos ir más allá, si los préstamos concedidos han sido impuestos a democracias por medio del chantaje y a espaldas de los pueblos para salvar los intereses privados de una minoría como es la banca europea, aún no siendo una deuda odiosa desde el punto de vista jurídico, es del todo ilegítima. Los griegos, y volviendo al artículo citado que abría este artículo [1], saben también que solos no pueden combatir contra este chantaje, y hacen continuos llamamientos a la lucha internacional contra la deuda ilegítima y odiosa.

La lucha es internacional, cierto, aún así no podemos caer en la inacción a la espera de la coordinación con el resto de proletariados de otros países. Es necesaria la concienciación sobre el mecanismo de la deuda, que es la palanca sobre la que se apoyan todos los recortes que estamos sufriendo, y para ello hay que luchar, hay que salir a la calle, hay que hacer huelgas. Las manifestaciones del 19 de febrero, la primavera valenciana y las manifestaciones en contra de los recortes en educación en todo el estado nos demuestran que hay ya bases movilizadas. Decía Ernesto Che Guevara, “Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla”. Hay que decidirse a emprenderla, repito yo.

Todos vimos las imágenes de Atenas ardiendo en la última huelga general a causa del enésimo chantaje de la Troika europea, imponiendo terribles recortes a cambio de un nuevo rescate (en realidad préstamos para pagar otros préstamos de deuda odiosa o ilegítima). Seamos serios, es de muy buena voluntad manifestarse delante de la embajada griega en solidaridad con el pueblo griego, pero no sirve de mucho. Solamente estaremos ayudando a los griegos, y por ende a la lucha obrera internacional, cuando se consiga que una buena parte de los trabajadores de este país se echen a las calles comprendiendo y luchando porque la solución pase por la auditoría de la deuda pública y el no pago de la parte de ella que se establezca ilegítima y odiosa.

Estaremos poniendo en un aprieto al capitalismo global cuando los trabajadores nos pongamos en huelga al grito de: ¡La deuda no la pagamos!

Pedro Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal

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[1] A proposal by the Greek Committee against the Debt, The Greek committee against the Debt (www.contra-xreos.gr), http://takethesquare.net/2012/02/20/a-proposal-by-the-greek-committee-against-the-debt/

[2] El origen de la deuda pública griega y razones para no pagarla, Ponencia de Leonidas Vatikiotis en el encuentro “Viviendo en deudocracia”, Quién debe a Quién, Madrid, 7 y 8 de octubre de 2011, http://madrilonia.org/2011/10/el-origen-de-la-deuda-publica-griega-y-razones-para-no-pagarla/

viernes, 24 de febrero de 2012

Aunque el fascismo se vista de seda, fascismo se queda

Aún pudiendo pecar de realizar un análisis simplista, podemos observar dos formas de razonar en cuanto a lo que nos parece justo o no respecto a la actuación policial para acabar con las protestas de los alumnos del IES Lluis Vives de Valencia ante la falta de calefacción en su centro de enseñanza.

Una forma de razonar sería que lo justo o lo injusto lo definen las leyes, que son las normas que rigen nuestra vida en común. Además, el poder elegido en las urnas tiene el deber de aplicar la norma. Por lo tanto, siguiendo esta forma de razonar, ante una manifestación no comunicada que protesta contra unos recortes ejecutados por un poder constituido democráticamente en las urnas, solo cabe el uso de la violencia para reprimirla, pues están actuando fuera de la norma, o no, pero están poniendo en cuestión al poder constituido en las urnas, - ¡Pecado! ¡¿Qué pasaría si a todos nos diera por protestar por nuestros problemas?! -, dirían. Esta forma de pensar dictaría que su deber es estudiar para poder sacar este país adelante y dejar de quejarse, que todos lo estamos pasando muy mal. - ¡Lo mismo vale para los obreros, hay que trabajar y arrimar el hombro para salir de esta situación de crisis! -, concluirían. Ahora, nada de plantearse si lo que está ocurriendo es justo o injusto, o si hay culpables o no de que no haya calefacción, porque lo injusto o justo lo dice la norma, y en última instancia, el poder constituido.

En cambio, uno podría razonar que el dinero que debería ir para calefacción en particular, y para educación y sanidad en general, el poder constituido en las urnas lo ha gastado en otros menesteres en los que existen sospechas que ha mediado corrupción e intereses privados. Es más, este poder no se ha presentado ante los ciudadanos con un programa electoral que especifique que va a realizar recortes, no, ha accedido al poder con engaños. Por lo tanto, independientemente de lo que digan las leyes, podemos concluir que es legítimo y justo la manifestación para poner de relieve una mala praxis en el uso del poder, de forma que se puedan derivar las actuaciones pertinentes, y en su caso, el establecimiento de nuevas normas que recojan este nuevo sentido de justicia que podríamos tener la mayoría de la población.

La primera forma de pensar es fascista y reaccionaria, y la segunda democrática. ¿Por qué? Porque las sociedades evolucionan, y por lo tanto, el sentido de justicia que es compartido por los individuos de la sociedad también evoluciona. Por ejemplo, lo que hasta hace algunos años a la mayoría de la población le parecía justo, como es que el banco desahuciara si el deudor no pagaba (a mí nunca me ha parecido justo, pero bueno), ahora sin embargo, ante la nueva realidad de desahucios indiscriminados, poco a poco el sentido de justicia compartido en la sociedad nos dice que de ninguna de las maneras es justo, y que hay que buscar otras vías, hay que legislar para solucionar esta situación, es decir, hay que cambiar las normas para que recojan el nuevo sentido de justicia. ¿Cuál es la respuesta del poder? Mandar a la policía para defender el derecho de la banca a desahuciar, defendiendo así el sentido de justicia imperante, imponiéndolo. Por lo tanto, la primera forma de pensar impide y reacciona ante cualquier cambio del sentido de justicia, poniendo obstáculos a la evolución de la sociedad. La segunda forma de pensar, en cambio, reconoce como dentro de la normalidad democrática las manifestaciones, porque es una vía por la cuál las sociedades avanzan en el sentido de justicia y de convivencia.

Hay que plantearse, entonces, por qué el poder constituido es reaccionario. Pues en resumidas cuentas porque los que ostentan el poder se benefician de forma privada del sentido de justicia reflejado en la norma actual, norma que han moldeado a lo largo del tiempo de forma que no suponga un riesgo para sus privilegios y según su sentido de justicia particular, o de clase. Por ejemplo, hace cien años la usura era delito, y era delito porque se tenía como injusto que se pudiera aprovechar la necesidad del otro para imponerle un interés excesivo. Sin embargo se despenalizó, despenalización que va solo en beneficio de una minoría, los prestamistas o la banca, que comparten intereses privados con los que ostentan el poder.

Volviendo con la policía, su ideología, en esencia, es fascista y reaccionaria, pues no solo está para atrapar a los que cometen delitos, no, sino también para mantener el orden establecido por encima de cualquier otra consideración. Esto significa, en la práctica, no servir al pueblo como dicen, sino defender del pueblo los intereses privados y privilegios de una minoría. Esto no quiere decir que todos los policías sean fascistas, no, pero si ante la agresión violenta de un compañero policía contra dos niñas que estampa contra un coche sin mediar provocación, no lo denuncia por corporativismo o lo que fuere, está siendo partícipe de esta ideología.

Hace tiempo hablaba con un amigo que había aprobado las oposiciones a policía nacional, le dije que evitara pertenecer a los antidisturbios, pues se acercaban tiempos difíciles y la calle se iba a calentar. No me he equivocado, y todavía se acercan tiempos peores. De vez en cuando le pregunto que si me viera en una manifestación y me reconociera me pegaría, él me contesta que al primero y se ríe. Está bromeando, espero. Pero de esto se trata, de tomar decisiones; pues en el trascurso de lo que se avecina, los hechos nos obligarán a todos a posicionarnos en un lado o en el otro, fascismo o democracia del pueblo, reacción o revolución. Los miembros de la policía no forman parte de la minoría privilegiada, es más, tienen hermanos, padres, sobrinos, amigos, conocidos que lo están pasando mal también. Es hora de organizarse, también en la policía, porque para algunos llegará el momento en que tendrán que dar un paso al frente y decir: nosotros no pegamos a nuestros semejantes, a los de nuestra clase, a nuestro pueblo.

Pedro Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal