Podemos desde una perspectiva gramsciana
Han pasado ya algunos meses desde que el 17 de enero de este año
se presentara en el Teatro del Barrio en Lavapiés, Madrid, la
iniciativa Podemos de la mano de Pablo Iglesias y otros intelectuales
y activistas sociales. El objetivo de la iniciativa entonces y ahora
sigue siendo “convertir la indignación ciudadana en cambio
político” a través de “la decencia, la democracia y los
derechos humanos”. Iñigo Errejón entonces con mucho acierto
afirmaba que “basta escuchar las conversaciones en el bar o en el
bus para ver que el escenario se puede abrir a la recuperación de la
política por parte de la ciudadanía”. Pablo Iglesias terminaba
por rematar que “esta campaña puede ser un instrumento de
autoorganización de la gente” [1]. Democracia, recuperar la
política por la ciudadanía, autoorganización de la gente; esta fue
la presentación de Podemos.
Entonces y ahora Podemos no termina de ser nada en concreto y
terminado, sino un organismo en plena [auto]construcción y
movimiento, quizá solamente una oportunidad de creación de un
movimiento (o partido) de masas plural que rompa y de solución a un
régimen que se desmorona, el régimen surgido del consenso del '78.
Podría ser nuestro particular príncipe moderno. «Para que esto
ocurra, es preciso que se haya formado la convicción férrea de que
es necesaria una determinada solución de los problemas vitales»
[2] en palabras del propio Gramsci.
Teniendo en mente este horizonte estratégico a medio plazo, la
construcción de un movimiento de masas, al que habría que añadir
el adjetivo de democrático recogiendo la consigna
destituyente del 15M «lo llaman democracia y no lo es»,
preocupan opiniones como la de Jorge Moruno, persona muy cercana al
grupo promotor (y grupo dirigente) de Podemos:
«"¿Todo el poder a
los Círculos es realmente una síntesis que propone un salto
democrático a la altura de los tiempos? Yo creo que no. Considero
que los ingredientes teóricos y políticos que están detrás de
esta lectura son profundamente insuficientes. Todo el poder a los
soviets era una consigna que resultaba útil en una Rusia que en el
siglo XX todavía no había conocido la modernidad. Respondía a una
forma-partido que emulaba la cooperación obrera en la fábrica
dentro de un contexto de autocracia zarista. Los Círculos no pueden
ser las bases de una estructura clásica, los círculos también
deben ser desbordados por la ciudadanía que oxigena el olor a
cerrado de los partidos. Podemos no tiene como ambición ocupar un
porcentaje dentro del reparto en el supermercado electoral, ni un
nicho de representación. No hay que crear más patriotas de partido,
ni más siglas celosas con el resto de organizaciones existentes,
tampoco su objeto debe ser buscar la unificación de las ya
existentes. Esta sería una ambición política muy limitada,
intelectualmente torpe, muy cómoda, poco valiente y arriesgada."
¿Todo el Poder a los
Círculos?» [3]
Aquí hay un argumento tramposo, a saber: que los círculos sean
las bases del movimiento (o partido) acerca a Podemos al partido
clásico, deben ser desbordados por una masa de gente. Sin embargo
esta masa de gente sería amorfa, sin estructura, y por lo tanto
carente de capacidad de decisión. En la práctica lo que propone
Moruno es un grupo central que lo decide todo y una masa amorfa que
actúa, pero que no delibera. En términos gramscianos
estaríamos hablando de una suerte de centralismo burocrático; y es
precisamente el centralismo burocrático lo que acercaría Podemos a
la concepción de partido propia del régimen del '78. Sin embargo,
la autonomía y la capacidad de decisión de los círculos, siendo
pequeños (o grandes) centros de poder democrático que se van
coordinando a niveles más altos cada vez, acercaría la política a
esta masa amorfa de personas y les permitiría intervenir
democráticamente, lo que diferenciaría Podemos de la concepción
setentayochista de partido.
No por casualidad Gramsci diferenciaba tres elementos del partido
de masas para que este pudiera cumplir el cometido destituyente del
antiguo régimen y constituyente de una nueva sociedad:
«Un elemento difuso, de
hombres [y mujeres] comunes, medios, cuya participación viene dada
por la disciplina y la fidelidad, no por el espíritu creador y
altamente organizativo» [2]. Sería esta ciudadanía que
desborda de la que habla Moruno. Sin estos el partido no existiría,
pero sin embargo por si solos no lo formarían, necesitan de una
fuerza que los cohesione y organice.
«El elemento cohesivo
principal, que se centraliza en el ámbito nacional, que da
eficiencia y potencia a un conjunto de fuerzas que si se abandonases
a sí mismas no contarían para nada o casi nada; (...)» [2].
Es decir, una cantidad de personas dirigentes que son capaces de
cohesionar, una fuerza inventiva, creadora, que lleva la iniciativa,
surgidos del propio movimiento.
«Un elemento medio que
articula el primer elemento con el segundo, que los pone en
contacto, no sólo «físico» sino también moral e intelectual»
[2]. En nuestro caso, los círculos, que están formados por
personas surgidas del primer elemento, que construyen democracia,
que deliberan, que articulan el movimiento, que conectan el segundo
elemento dirigente con la masa difusa y no organizada. El elemento
del que se olvida Moruno o que directamente ataca.
Cabe preguntarse entonces, ¿la
consigna “todo el poder a los círculos” no es
contradictoria con la existencia del segundo elemento de dirigentes?
Depende, depende de la actitud de estos dirigentes y de la capacidad
de los dirigidos de corregir los excesos del liderazgo. «Debe
estar claro, sin embargo, que la división entre gobernados y
gobernantes, aunque equivalga en última instancia a una división de
grupos sociales, también existe, tal como están hoy las cosas, en
el seno de un mismo grupo, incluso de un grupo socialmente homogéneo;
en cierto sentido puede decirse que esta división es una creación
de la división del trabajo, es un hecho técnico» [4]. Es
decir, la existencia de dirigentes es un hecho técnico, no de poder,
y por lo tanto no contradictoria con la consigna en cuestión, aunque
para evitar los excesos del liderazgo hay que fijar una serie de
principios (elección democrática, revocabilidad, rendición de
cuentas, rotación de cargos, …) «inderogables» y aquí es
cuando se cometen los errores más graves. Pues parece que «se
cree que al proclamarse el principio del grupo en cuestión, la
obediencia tiene que ser automática, debe producirse
sin tener que recurrir a una demostración de «necesidad» y de
racionalidad; más aún, se cree que la obediencia debe ser
indiscutible» [4]. Nada más lejos de la realidad, la lealtad
dentro de la organización, la disciplina por usar un término usado
por el propio Gramsci, debe exigirse y es garantía de libertad y de
orden democrático siempre y cuando el origen del poder que ordena
esta disciplina sea democrático, es decir, si es una función
técnica especializada y no un arbitrio. Por ello es importante
seguir construyendo estructuras democráticas dentro de Podemos que
evite el uso tan dañino de los arbitrios, empleados en
más de una ocasión en Podemos ante la falta de estas mismas
estructuras.
¿Como ordenar democráticamente Podemos entonces?, ¿como
articular estos tres elementos de los que habla Gramsci?, ¿como
alejar Podemos del centralismo burocrático donde hay una minoría
que decide y una mayoría que actúa pero que no delibera?, ¿como
organizar Podemos? «La «organicidad» sólo puede darse
en el centralismo democrático, que es un «centralismo» en
movimiento, por así decir, o sea, una continua adecuación de la
organización al movimiento real, un contemplar los impulsos de la
base con el mando de arriba, una inserción continua de los elementos
que provienen de las profundidades de la masa en el molde sólido del
aparato de dirección que asegura la continuidad y la acumulación
regular de las experiencias; este centralismo es «orgánico» porque
tiene en cuenta el movimiento, es decir, el modo orgánico de
revelación de la realidad histórica, y no se entumece mecánicamente
en la burocracia y, al mismo tiempo, tienen en cuenta todo cuanto es
relativamente estable y permanente o que, por lo menos se mueve en
una dirección fácil de prever, etc»
[5].
Es decir, dentro de Podemos
se deben crear las estructuras necesarias, a partir del poder
democrático que emana de los círculos, para asegurar que la
dirección es un hecho técnico que tiene en cuenta el movimiento y
los cambios de la base.
Un reto que ya
es abordado continuamente desde los círculos, en
donde se combina la urgencia de las elecciones con la construcción
por abajo y la formación de
coordinadoras que permiten
ir centralizando los debates.
Dicha
construcción democrática
debe culminar después de las
elecciones en un
proceso constituyente que debe
iniciarse en el encuentro de
junio, donde debe respetarse la diversidad y la pluralidad de los
círculos con asistencia delegada.
¿Quién teme a la democracia? Los círculos no y más valdría
que algunos dejaran de usar la imagen de Gramsci, lo que no deja de
ser característico en esta sociedad profundamente liberal,
individualista y de liderazgos carismáticos, y se esforzaran en unir
la teoría con la práctica, más allá de urgencias coyunturales.
Pedro Luis López Sánchez, @estrateglobal
-
[1] Pablo Iglesias presenta Podemos como “un método
participativo abierto a toda la ciudadanía”, publico.es,
http://www.publico.es/politica/495962/pablo-iglesias-presenta-podemos-como-un-metodo-participativo-abierto-a-toda-la-ciudadania
[2] El partido político, El príncipe moderno, Antonio Gramsci.
[3] Opinión de Jorge Moruno publicada en la red social facebook.
[4] Elementos de política, El príncipe moderno, Antonio Gramsci.
[5] Sobre la burocracia, El príncipe moderno, Antonio Gramsci.
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