Vamos a intentar muy humildemente hacer un poco de pedagogía sobre ciertos conceptos filosóficos que en mi opinión tienden a usarse mal, lo que conlleva a equívocos y malas interpretaciones. No hay nada más odioso que te cuelguen la etiqueta de idealista en el medio o en la conclusión de una discusión frente a otra parte, que por supuesto, denominan realista. El uso de estos conceptos de esta manera denota una forma de pensamiento dualista en la que se tacha a una parte de utópica, aún cuando sus razonamientos sean más o menos acertados, y a la otra parte de realista, que viene a representar el mal menor.
Para ponernos en situación la discusión versaba sobre economía. El tema en cuestión no es relevante para el desarrollo del artículo, lo importante saber es que a una de las partes que podríamos denominar keynesiana o cercana ideológicamente a la izquierda reformista se la etiqueta como realista y a la otra parte más cercana al marxismo se la etiqueta de idealista o utópica.
Definamos pues que es el idealismo. Intentemos definirlo a través de un ejemplo concreto, la concepción del Derecho en la actualidad.
Según las teorías actuales sobre Derecho, la convivencia, vivir el hombre entendido como ser humano, con el resto de hombres, vivir en sociedad, requiere un orden, sin el que no sería posible. La base del orden deviene de unas reglas fundamentales a las que debe atenerse tal convivencia. El conjunto de esas reglas constituye el Derecho natural. Derecho que es perceptible por la razón humana, que es congruente con la naturaleza del hombre, y que representa la perfecta justicia o el ideal de lo justo. Los derechos naturales son universales e inalienables: no se pueden renunciar a ellos y nadie puede impedir que otra persona goce de estos derechos. Cuando este derecho está vigente, es decir, cuando rige en el determinado momento en el que se le contempla, hablamos de Derecho positivo. El Derecho positivo y el Derecho natural tienen concordancia, puesto que el Derecho positivo ha de inspirarse en el natural, no contradiciéndolo, sino desarrollando sus principios y reglas a tenor de las circunstancias y necesidades de cada momento y lugar. Sólo su armonía con el Derecho natural legitima al positivismo, y lo convierte en justo o injusto. Desde un punto de vista objetivo, se trata de un conjunto de normas que deben inspirarse en el Derecho natural.
Por lo tanto, hablamos de idealismo cuando los razonamientos se basan en una idea que transciende al ser humano (es trascendente) y que en este caso concreto viene representada por el Derecho natural, el ideal de lo justo. Sin embargo, existe otro razonamiento por el cual el Derecho no viene determinado de ningún ideal de lo justo que transciende al ser humano y es invariable en la historia del mismo, sino que este Derecho viene determinado por una ética determinada que ha logrado imponer la clase dominante en un cierto momento histórico gracias al control privado de los medios de producción. En este caso estamos haciendo un razonamiento materialista histórico. Como defensa de esta tesis, pensad, por ejemplo, que el ideal de lo justo en la edad media venía determinado por la ética o filosofía de la clase dominante en ese momento, la nobleza, que es muy diferente al ideal de lo justo actual, que viene determinado por la ética o filosofía de la burguesía, grandes empresarios y banqueros.
Si yo dijera que los bancos tienen derecho a cobrar lo que se les debe, todos podríamos pensar que ciertamente es justo que los bancos perciban aquello que han prestado con intereses, con intereses de demora si me apuráis. Ahora, si defender este ideal de justicia conlleva que haya personas que se queden sin casa y tengamos barrios enteros en las grandes ciudades con las casas vacías mientras, efectivamente, hay personas que necesitan un techo, desde mi punto de vista, debería prevalecer el derecho colectivo de los miembros de una sociedad a tener un techo donde formar una familia sobre el derecho de los bancos a cobrar las deudas contraídas. Por lo tanto, en este caso, no comparto un ideal de justicia trascendente y eterno, sino que considero que el sentido de justicia viene determinado por intereses relacionados con una clase social concreta. Podríamos decir que en el caso concreto del Derecho, soy calificable como materialista histórico y no idealista.
Volviendo a la economía, la izquierda reformista y la izquierda marxista en teoría comparten el análisis de los problemas y las consecuencias realmente injustas de las prácticas capitalistas. La diferencia fundamental es como afrontar esta problemática y que filosofía subyace en la manera de dar respuesta a las crecientes desigualdades económicas y acumulaciones de capital. Tomemos en consideración por ejemplo el artículo de Joseph E. Stiglitz “Para curar la economía” [1], economista que podríamos englobar dentro de la esfera de la izquierda reformista. El propio título del artículo da a entender (y el desarrollo del mismo) que la economía se trata de una idea eterna, trascendente a cualquier realidad histórica y no determinada por los intereses particulares de una clase social concreta ni por las relaciones sociales. Estamos ante una visión idealista de la economía, cuyo razonamiento nos dice que el modelo económico puede ser modificado con el ajuste estatal de ciertos mecanismos. Sin embargo cuando en nuestros razonamientos llegamos a la conclusión de que en realidad el modelo económico viene determinado por una ética concreta que viene impuesta por una clase social dominante y que determina las relaciones sociales existentes en un momento histórico concreto, estamos hablando de una visión materialista histórica de la economía. Siendo consecuente con este razonamiento, para cambiar el modelo económico no solo basta con tocar ciertos resortes del mismo, sino que es necesario un cambio de ética, un cambio de filosofía en las relaciones sociales para que este cambio sea realmente efectivo y acabe con la ética impuesta por la clase dominante.
Vamos a explicar con una analogía hasta que punto la izquierda reformista está cargada de idealismo. Según la izquierda reformista, y según la receta que nos da Joseph E. Stiglitz en su artículo, sería posible reformar el capitalismo de forma que se evite la especulación, la acumulación de capitales y las desigualdades sociales; y de esta manera podamos salir de este callejón sin salida llamado en primera instancia crisis financiera y ahora llamado crisis de la deuda. Pero esto es tanto como pedir que el capitalismo no sea capitalismo; la especulación y la acumulación de capitales en búsqueda del máximo beneficio propio está en la propia idiosincrasia, o si lo prefieren, en la propia genética del capitalismo. Imaginemos por ejemplo un cáncer, sabemos que es malo y llevará nuestro cuerpo al caos y a la muerte. La izquierda reformista vendría a decirnos que como la extirpación sería peligrosa y dolorosa, mejor vamos a intentar convencer al cáncer que no sea cáncer y que no siga creciendo, cuando todos sabemos que en la propia genética del cáncer está el crecimiento sin control. El materialismo histórico vendría a decirnos que el cáncer no puede ser otra cosa que un cáncer, por lo tanto debemos extirparlo por muy doloroso y peligroso que resulte, y para ello debemos cambiar, debemos entender que el cáncer no forma parte de nosotros sino que es una minoría que contamina los recursos de la mayoría.
¿Quién es el idealista entonces?, ¿el que afirma que el cáncer puede controlarse o el que no?, ¿quién es el realista?, ¿el que asume que el cáncer nos matará si no lo extirpamos o el que no?
Al marxista se le tacha de idealista pues defiende la tesis de que para cambiar el modelo económico es necesario cambiar nuestra forma de pensar, nuestra ética, un cambio moral a través de la conciencia colectiva y la pedagogía. Esto se ve como una utopía pero lo cierto es que no es la primera vez que estos cambios ocurren en la historia de la humanidad, es un razonamiento materialista histórico. Sin embargo, al que afirma que para cambiar el modelo económico basta con hacerse con el control del estado y realizar ciertos ajustes, tesis que ya ha fracasado en repetidas ocasiones, a este se le califica de realista.
Hablemos con propiedad, el idealista es materialista; y el realista, idealista o conformista, según el caso.
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