"El proverbio
latino «Senatores boni
viri, senatus mala bestia»
se ha convertido en un lugar común. ¿Qué significa este proverbio
y qué significado ha adquirido? Que una multitud de personas
dominadas por los intereses inmediatos o movidos por la pasión
suscitada por las impresiones del momento transmitidas acríticamente
de boca en boca, se unifica en la peor decisión colectiva, en la
decisión que corresponde a los más bajos instintos bestiales. La
observación es justa y realista en lo que se refiere a las
multitudes casuales, formadas como un "gentío bajo un cobertizo
durante un aguacero", compuesta por hombres que no están
ligados por vínculos de responsabilidad hacía otros hombres o
grupos de hombres o hacia una realidad económica concreta, cuya
ruina repercuta desastrosamente en los individuos. Por esto se puede
decir que en estas multitudes el individualismo no sólo no se supera
sino que se exaspera por la certidumbre de la impunidad y de la
irresponsabilidad.
”
El hombre individuo y el
hombre masa.
Notas sobre la política
y el estado moderno.
Antonio Gramsci
He
recibido algunas críticas en mi entorno, constructivas claro,
respecto al enfoque tan personal, quizás trágico, de uno de los
artículos de este blog, “Me sobran los motivos” [1]. He
de reconocer que aunque todo lo dicho en el citado artículo se
ajusta estrictamente a la realidad y no he exagerado en ninguno de
los puntos expuestos, llevar un artículo a un plano tan personal y
cercano conlleva cierto riesgo de sensacionalismo o amarillismo. Ha
sido intencionado, buscaba provocar, una pequeña maldad por mi
parte. He de decir en mi defensa que no buscaba dar cierta sensación
de fatalidad, soy una persona tremendamente positiva y lo que ocurre
a mi alrededor no es grave, sino poner de relieve la necesidad de
poner en común todo aquello que por no incomodar, guardamos en el
plano personal. Solo así podremos contrarrestar cierta ligereza y
una exasperante equidistancia en ciertas opiniones a propósito de
las desgracias ajenas, ya que cuando las miserias ocurren al otro
lado del mundo no pasa nada, pero el problema es bien distinto cuando
ocurren en nuestra pequeña realidad cotidiana.
Uno
de los éxitos del capitalismo ha sido que asumamos una ética
individualista hasta tal punto que, como decía, lo personal
incomoda. La mayoría de la gente lo que quiere es vivir tranquila y
no calentarse demasiado la cabeza, es más, bastante tiene cada uno
con sus pequeños problemas como para andar preocupándose de los
problemas de los demás. Pero en realidad, las miserias no son
individuales, son colectivas y su superación pasa irremediablemente
por ponerlas en común, pues ya no ocurren al otro lado del mundo
donde la conexión con nuestros actos es más difusa, sino que
ocurren a nuestro lado.
El
miércoles 4 de abril de 2012 Dimitris Christoulas, un jubilado
griego de 77 años, se suicidaba volándose la cabeza frente al
parlamento griego en la plaza Syntagma de Atenas. En uno de los
bolsillos se encontró una nota de suicidio:
“El Gobierno de Tsolakoglou|1| ha aniquilado toda posibilidad de
supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que
yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante
35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de
otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov,
yo le apoyaría), no veo otra solución que poner fin a mi vida de
esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los
contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes
sin futuro cogerán algún días las armas y colgarán a los
traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos
hicieron con Mussolini en 1945.”
|1| Hace un paralelismo entre el gobierno griego actual y el
gobierno colaboracionista con los nazis de Tsolakoglou.
Esta
muerte viene a engordar las estadísticas de suicidios en Grecia que
ha pasado, en tres o cuatro años, de las cifras más bajas de la
Unión Europa a la más alta. El capitalismo mata y ya no ocurre al
otro lado del mundo, ocurre a nuestro lado.
La
hija de Dimitris Christoulas, supongo que en previsión de que la
muerte de su padre sería tratada como la de un anciano quizás con
trastornos psicológicos, enviaba una carta a los medios en la que
afirmaba que "durante toda su vida [mi padre] ha sido un
militante de la izquierda, un visionario desinteresado. El acto del
suicidio de mi padre es un acto político consciente, coherente con
lo que creyó e hizo durante toda su vida”.
Dimitris
Christoulas no se suicidó como un acto de desesperación, o al menos
no solo, sino que se suicidó para dar sentido a su muerte según el
compromiso vital que había adquirido a lo largo de su existencia,
poniendo de manifiesto a través de su situación personal la
situación de toda una sociedad.
Decía
Ernesto Che Guevara: “Déjenme decirles, a riesgo de parecer
ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes
sentimientos de amor”. Y, ¿qué es el amor sino un sentimiento
que nos une al prójimo y nos hace vivir y comprender nuestra propia
existencia a través de la existencia del otro?, ¿qué es el amor
sino la asunción vital de un compromiso para con los demás que nos
hace felices y plenos? Pues déjenme decirles, a riesgo de parecer
ridículo, que esta muerte ha sido un acto fundamentalmente de amor.
Manifestarse,
gritar, bailar batucadas y portar pancartas no es más que un
encuentro causal “bajo un cobertizo durante un aguacero”
si no sirve para unirnos en un compromiso vital de lucha contra la
injusticia que es transversal a todos nosotros.
Vuestra
situación personal es la mía, vuestra lucha es mi lucha.
Pedro
Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal
-
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