Pa bajo las quintas,
aúpa "La Federal"
Antonio Gálvez Arce, 1872
Hace poco he tenido la
oportunidad de pasar unos días de descanso por tierras vascas. He
tenido la gran suerte de disfrutar de sus gentes, sus montañas y
playas, su gastronomía; he disfrutado como un niño. También he
tenido la oportunidad de discutir, hablar, conversar y entender las
reivindicaciones que el pueblo vasco (o al menos una parte
importante) llevan haciendo desde hace mucho tiempo, siglos.
En primer lugar he de
decir que en el País Vasco viven vascos, hablan euskera y hacen
cosas de vascos. Y esto es lo mismo en el País Vasco, en los valles
de Navarra y en la parte francesa de Baiona. La identidad cultural de
este territorio está muy marcada, y parto de la convicción de que
los pueblos tienen todo el derecho a decidir como organizarse, como
convivir y lo que es más importante, como repartir la riqueza que
crean y con quién compartirla.
Dicho esto, lo que no
entiendo es que en este momento histórico de globalización del
capitalismo, donde las oligarquías locales pierden poder respecto a
la ofensiva del capital internacional, la estrategia de la lucha
obrera en ciertos territorios o pueblos pase por la creación de
estados o declaraciones de independencia junto a la burguesía local;
una estrategia a la defensiva. Un estado, como sabemos, es una
estructura represiva para proteger los intereses de clase de una
minoría, no hay libertad para la clase trabajadora en un estado
burgués, sea el estado español, el estado catalán o el estado
vasco. La diferencia radica en quién es el explotador, porque los
explotados son siempre los mismos.
No entiendo, refiriéndome
a los catalanes, que os manifestéis junto a vuestros torturadores,
aquellos que no dudan en mandar a las fuerzas del
desorden
a machacaros con sus porras y pelotas de goma, aquellos que indultan
a torturadores, aquellos que no investigan la muerte de ciudadanos en
las cárceles catalanas, aquellos que recortan en servicios básicos.
¿Queréis formar un estado con ellos? ¿No os dais cuenta
trabajadores catalanes, que con la manifestación de la Diada,
magnificada por los medios mientras se silencia el 15S, se están
tapando las torturas, recortes, violencia de estado, la pobreza y la
miseria?
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Artur Mas, durante el discurso de la Diada 2012 |
Pero sin embargo lo
entiendo; porque puestos a independizarnos, yo, desde Murcia, también
me quiero independizar de este estado español. De este estado que
viola una y otra vez los derechos humanos (consulten ustedes el
artículo número 25), que incumple tratados internacionales sobre
inmigración y asilo político y sus propias leyes al respecto [1],
que se pasa por el arco del triunfo una gran parte de la Constitución
Española del 78; este estado que es condescendiente con los
poderosos [2] e implacable con los débiles y víctimas de grandes
estafas [3], este estado de listas negras de la policía, detenciones
preventivas; un estado que crea unos especímenes garrulos,
analfabetos, hipócritas y cobardes, que justifican y callan ante el
robo de los poderosos, pero se afanan en el escarnio público de una
persona que no ha hecho nada malo a nadie, sino masturbarse como
cualquier hijo de vecino [4]. No, no quiero tener nada que ver con
este estado.
Esta cuestión no es
nueva, la historia de la península está repleta de alzamientos
contra el estado centralista, véase la revolución cantonal
(iniciada por cierto en Cartagena y Murcia) de 1873 o la Revolución
de Asturias de 1934. Alzamientos independentistas y federalistas aún
cuando en Cartagena, Murcia y Asturias seguramente no existe una
identidad cultural tan marcada como la de Euskal Herria. ¿Cuál es
entonces el hilo conductor, el motor de todos estos alzamientos de
los últimos 200 años? Paul Lafarge lo explica muy bien en su
trabajo sobre El método histórico de Karl Marx:
"La historia, por el contrario, muestra a
los pueblos retardándose unos en sus fases de evolución, que otros
atraviesan a paso de carrera, mientras que otros retroceden de las
que ya habían alcanzado. Estas detenciones, progresos y regresos no
se explican más que aclarando la historia social, política e
intelectual de los diferentes pueblos por la historia de los medios
artificiales en los que han evolucionado: los cambios de estos
medios, determinados por el modo de producción, determinan a su vez
los acontecimientos históricos.
Los medios artificiales no se transforman
sino a costa de luchas nacionales e internacionales; los sucesos
históricos de un pueblo están, pues, colocados bajo la dependencia
de relaciones que se establecen en el medio artificial para
transformar a este pueblo, que ya ha sido formado por el medio
natural y las costumbres hereditarias y adquiridas. El medio natural
y el pasado histórico imprimen a cada pueblo caracteres originales,
de donde se concluye que el mismo modo de producción no engendra con
una exactitud matemática medios artificiales o sociales idénticos,
y no ocasiona, por consecuencia, acontecimientos históricos
absolutamente parecidos en los diferentes pueblos, y en todos los
momentos de la historia, porque la concurrencia vital internacional
se amplía y se intensifica a medida que crece el número de pueblos
que llegan a las etapas superiores de civilización. La evolución
histórica de los pueblos, como la evolución embrionaria de los
seres, no está, pues, predeterminadas: si pasa por instituciones
familiares, de propiedad, jurídicas y políticas parecidas, y por
formas de pensamiento filosófico, religioso, artístico y literario
análogas, es porque los pueblos, cualesquiera que sean las razas y
su habitación geográfica, pasan, al desarrollarse, por necesidades
materiales e intelectuales sensiblemente parecidas, y deben recurrir
forzosamente, para satisfacerlas, a los mismo procedimientos de
producción."
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Paul Lafargue |
Lafargue establece
(explicando el materialismo histórico de Marx) que, aunque el medio
natural y el pasado histórico (o la identidad cultural) influyen en
los acontecimientos históricos de un pueblo, el motor de la historia
de los mismos es el modo de producción (como se produce) y por lo
tanto, es la superación de la explotación del ser humano por el ser
humano lo que mueve a los pueblos a transformarse y transformar los
medios artificiales de su subsistencia o bienestar. Es más, estos
cambios se producen a costa de luchas nacionales e internacionales,
por lo que los pueblos estamos conectados unos con otros, y aún más
con el desarrollo de las comunicaciones internacionales.
Los continuos alzamientos
de los pueblos de la península ibérica en los últimos dos siglos
tienen elementos particulares de cada realidad cultural, pero todos
se explican por esta superación de la explotación. Y es ahora, en
este momento histórico donde el capital internacional ha acumulado
un poder que supera a las oligarquías nacionales y locales en la
periferia europea, cuanto más relacionadas están las luchas de los
diferente pueblos que componen el sur de Europa.
Posiciones estratégicas
a la defensiva, enroques localistas y coaliciones con las burguesías
locales distraen y neutralizan la lucha obrera no solamente a nivel
local, sino en el resto de la península y el Mediterráneo. Un
gobierno en el País Vasco a la andaluza nos condenaría a años de
ostracismo político al resto de personas y organizaciones que
luchamos en el resto del territorio.
Dentro del conglomerado
de partidos, sindicatos y movimientos sociales que conforman la
resistencia a esta ofensiva neoliberal terrible, tenemos claro el
modelo de convivencia, la república (entendida como res publica,
salvaguarda de lo común) federal construida desde la base y la
libre determinación de los pueblos, tenemos claro el programa
político basado en una economía al servicio de las personas y no al
servicio de los intereses del capital, y tenemos en común el
contexto internacional, que pasa por la formación de un frente Mediterráneo socialista de cooperación y desarrollo frente a la
Europa de los mercaderes y la libre circulación de capitales, que no
de derechos.
La cuestión es, ¿en las
próximas elecciones vascas, EH Bildu va a asumir la vanguardia de la
lucha de los trabajadores del sur de Europa y el Mediterráneo, o en
cambio, va escuchar los cantos de sirena kantianos sobre identidad y
patria que llegan desde el otro lado de la alambrada, esos mismos
cantos que son escuchados por la izquierda parlamentaria catalana?
Pedro Luis López Sánchez –
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