"Para salir de la
crisis los trabajadores cobrarán menos y no tendrán derecho a
huelga ni sindicatos"
Adolf Hitler, 1933
Este
blog para mí siempre ha sido un bloc, un cuaderno de notas, un lugar
donde desarrollar las ideas que pululan por mi cabeza, quizás
puestas ahí por un afán de comprender lo que está ocurriendo en
nuestro tiempo a través de la lectura. Pero hoy no puedo sino hacer
una excepción, de que por una vez en el tiempo que llevo escribiendo
este humilde blog, éste se convierta más en un diario que en un
bloc . Estoy convencido de que no podremos superar esta época que
nos ha tocado vivir sin la sensibilidad de comprender aquello cuanto
acaece en nuestro plano personal, a nuestro alrededor.
Soy
un privilegiado. Siempre he tenido trabajo, nunca me ha faltado, se
me da bien lo que hago. A mis treinta años, algunos más, ya tengo
un trabajo estable que me permite mantenerme, mantener a mi pareja,
una casa, coche y gastos derivados. Digamos que puedo mantener mi
pequeña familia, incluso podría mantener alguna personita más si
nos apretamos un poco. Evitamos salir mucho para no gastar, rezamos
para que no venga ningún imprevisto que no podamos afrontar, estamos
deseando terminar de pagar el coche para ahorrar y comprar un
lavavajillas y un microondas que ha dejado de girar, trabajo a
ochenta kilómetros de casa, pero oye, mira, no me puedo quejar, tal
y como están las cosas, como os decía, me puedo considerar un
privilegiado.
Mi
novia es una luchadora, ella no lo sabe, pero lo es. Es una
superviviente nata, aunque a veces las circunstancias la sobrepasen.
Es licenciada pero nunca ha tenido un trabajo muy estable. Yo la
conocí cuando era camarera hace ya tres años más o menos, sí, me
la llevé yo, soy un privilegiado con buena estrella. Se dejó el bar
para prepararse unas oposiciones, está en bolsa. Ha trabajado unos
meses en una cocina y ahora últimamente algunos días en comedores
escolares, lleva dos años así. Se siente fatal. Los apuros y las
preocupaciones económicas se juntan a que ella piensa que no sirve
para nada, que no aporta, que no es útil y que es exclusivamente
culpa suya, de decisiones que tomó en el pasado y que ahora se
rebelan como castigo para expiar sus pecados. Eso ocupa la mayor
parte de sus preocupaciones y pensamientos, a veces llora. Y yo, que
como privilegiado no me puedo quejar, la intento animar, le digo que
a pesar de todo podemos mantenernos y que no es culpa suya, que tiene
que luchar como lo hacen muchos. De poco sirve.
En mi
época universitaria trabajaba, sobre todo para costearme viajes. Los
veranos trabajaba con mi cuñado, mayor que yo. Él era autónomo. En
aquella época y hasta que tuvo que dejar de trabajar siempre lo vi
como una persona fuerte de espíritu. Cuando se quedó parado, pues
ya no le daba ni para el autónomo, se derrumbó. Con el trabajo de
mi hermana, a media jornada, y algo que tenían ahorrado se han
podido mantener ellos y sus dos hijos. No perdió solo el trabajo,
perdió el espíritu. La cara, el reflejo del alma, lo decía todo el
tiempo que estuvo así. No poder mantener a la familia, esas
personitas despreocupadas y alegres que dependen de ti, es muy duro.
La ansiedad, no saber que vas a hacer en el futuro, es más, no saber
si tienes futuro; demasiado. Todo se deteriora, la pareja, el trato
con los hijos, con la familia. Hace poco consiguió un trabajo
eventual, le pagan poco, sale de casa a las ocho de la mañana y
llega a las siete y media de la tarde, con media hora para comer, o
no, pero bueno, mejor agarrado a una rama de pinchos que no en caída
libre hacia el abismo de la depresión. Le ha vuelto a cambiar la
cara, pero esta vez para mejor.
Mi
madre, hablando de todo esto, dice que ha dejado de ver los
noticiarios de la televisión, sufre. Cuando ella era joven, me
comentó, no había muchas cosas, había miseria, sí, pero si no
trabajabas en un sitio pues trabajabas en otro y salías hacia
delante, poco a poco, mejorando. Esta sensación de perder el trabajo
y de irte a la calle con tu familia sin saber donde ir, de perderlo
todo, de que esto le pueda pasar a sus hijos, tan cerca, es una
sensación que ella nunca ha vivido, es una sensación nueva e
insoportable. Así es que mejor no verlo, la técnica del avestruz.
Pero no es ella la que tiene que luchar, bastante han luchado ya
nuestros padres para dejarnos en herencia unos avances sociales fruto
de su esfuerzo y su trabajo. Nos toca ahora a nosotros ganarnos esa
herencia y mejorarla, para los próximos.
Yo,
como mi madre, sufro con las desgracias propias y las desgracias
ajenas. La multiplicación de las preocupaciones y del sufrimiento en
mi pequeño entorno familiar por los 5.000.000 de parados se me hace
ya infumable; pero lo insoportable, lo aberrante, lo insufrible son
el 1.500.000 de familias sin ningún tipo de recurso económico.
¿Y
como se justifica todo este dolor? Por la crisis, pero la crisis no
es un hecho ajeno al ser humano ante el cuál solamente cabe la
resignación, la crisis es la consecuencia del mal funcionamiento
(para la mayoría) de un sistema económico injusto creado por el ser
humano; y la excusa, con la ayuda del miedo, para imponer sacrificios
y justificar barbaridades.
Volviendo
a la cita que abre el artículo, seguro que muchos de vosotros os
habréis preguntado en alguna ocasión como es posible que los
alemanes permitieran el ascenso al poder de Hitler, como es posible
que los alemanes miraran hacia otro lado cuando el holocausto ocurría
en frente de sus narices. Bueno, preguntémonos nosotros como es
posible que seamos cómplices con nuestro silencio de los casi
5.000.000 de parados, del millón y medio de familias sin ningún
tipo de recurso, de los 300 desahucios diarios, de las redadas
policiales contra extranjeros, de la encarcelación y alguna muerte
de extranjeros en los CIE's (Centro de Internamiento de Extranjeros)
por el simple hecho de ser extranjeros, del repago sanitario, de la
reducción efectiva de los salarios tanto públicos como privados, de
la continúa degradación de los derechos laborales, de una última
reforma laboral que nos retrotrae al siglo XIX y de lo que vendrá.
No
somos ni mejores que los alemanes de los años treinta y cuarenta del
siglo pasado. Al igual que ellos tenemos miedo y la justificación
para los sacrificios y ciertas barbaridades siempre fue la misma, la
crisis.
Llamadme
exagerado si queréis, no seré yo el que mantenga un silencio
cómplice.
Pedro
Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal
Con lo tierno que habias empezado, ya sabía yo que acabaría así...
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