De la estrategia global
a la acción local
“Es cierto que el
desarrollo tiende hacia el internacionalismo, pero el punto de
partida es «nacional» y en este punto de partida hay que tomar pie.”
Internacionalismo y
política nacional, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y
sobre el Estado moderno, Gramsci
El
Comité Griego contra la Deuda ha hecho pública una propuesta [1] en
la que afirma lo siguiente: “la lucha griega de 2012 para la
Europa actual, es a lo que España fue para la Europa "de los de
abajo" en 1936. En 1936, la resistencia española contra el
fascismo fue derrotada al permanecer trágicamente sola y sin ayuda.
No es necesario recordar las consecuencias de pesadilla que siguieron
a la derrota de España como conejillo de indias, y las heridas
abiertas que han perdurado hasta ahora”. Es un afirmación
valiente y potente, pues nos hace entender que la realidad europea es
más peligrosa de lo que parece, lo cuál nos invita a analizar la
situación internacional y establecer cuál es nuestro papel en ella,
para luego poder decidir la respuesta más efectiva posible ante esta
nueva agresión contra la clase trabajadora europea.
Vivimos
en el paraíso capitalista, es decir, el gobierno de los bancos y de
las transnacionales. El capitalismo globalizado ha conseguido imponer
su ética y normas en todas las partes del planeta e incluso está
logrando dirigir las políticas de algunos países del Norte, entre
los que nos encontramos. Para ello hace uso de diversos mecanismos,
uno de ellos es, sin duda, el uso de la fuerza, las guerras
imperialistas de EE.UU e Inglaterra. Aún así existen otros
mecanismos más sutiles que llevan actuando varias decenas de años y
que permiten a esta dictadura del capital someter a los pueblos,
siendo el chantaje sobre la deuda soberana el que mejores resultados
está dando (para los capitalistas, claro).
La
primera crisis de la deuda estalló en 1982, siendo especialmente
virulenta en México y en los países de América del Sur. Los
acreedores, con ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI),
impusieron en estos países “programas de ajuste estructural”
(¿os suenan?, aquí los llamamos reformas estructurales) para
reducir los gastos del Estado y aumentar la recaudación, de forma
que se garanticen los reembolsos de la deuda a cualquier precio y por
encima de cualquier consideración. Para ello se volcó la producción
en la exportación y se abandonó los cultivos para abastecimiento
local, se sucedieron privatizaciones masivas, se liberalizó la
economía y se abrieron los mercados a las multinacionales. Este
mecanismo de la deuda supone, en la práctica, el desangrado de los
pueblos por sus estados y la degradación continúa de sus
condiciones de vida. Es más, es un mecanismo sutil de dominación de
los pueblos por parte de los acreedores, grandes multinacionales,
grandes potencias y en definitiva por parte del gobierno capitalista
global.
El
capitalismo globalizado, en su deriva voraz e insaciable, no se ha
conformado con el denominado Tercer Mundo. Ahora este mecanismo de la
deuda se ha tornado de terrible actualidad en los países periféricos
de la Unión Europea. Basta recordar la reforma de la Constitución
Española tramada con nocturnidad y alevosía por las clases
dirigentes de PP y PSOE para darnos cuenta que estamos metidos de
lleno en este círculo infernal que supone la deuda.
Artículo 135.3 de la Constitución Española:
El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar
autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la
deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre
incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará
de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de
enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la
Ley de emisión.
El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones
Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no podrá
superar el valor de referencia establecido en el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea.
Por lo tanto, dentro de
la dinámica de clases a escala global, la realidad nos catapulta
fuera de Europa hacia el Mediterráneo. Nuestros problemas, los
problemas de nuestra clase trabajadora, son más propios del Norte de
África que del Norte de Europa. Un par de ejemplos, el pago de la
deuda externa de Marruecos supone en torno a 30% de su P.I.B., y sin
embargo, Alemania se financia a coste cero; y la tasa de paro juvenil
en Marruecos está en torno al 31%, la de Alemania en torno al 7%.
Dicen que lo que nos espera es la “reforma a la alemana”,
y yo digo que ojalá fuera realmente así, pero España es demasiado
débil para seguir la senda del imperialismo intraeuropeo alemán.
Nuestros problemas son diferentes del proletariado alemán, y por
ende, las soluciones son también distintas.
Siguiendo esta línea de
argumentación, nuestro papel dentro de la lucha contra el
capitalismo globalizado se encuentra en la lucha contra el chantaje
de la deuda, y por lo tanto, pasa por la asociación con las luchas
contra la deuda en todo el Mediterráneo. Los griegos, más avanzados
que nosotros en esta lucha, lo tienen muy claro, y queda reflejado en
la ponencia de Leonidas Vatikiotis en el encuentro “Viviendo en
deudocracia”, Quién debe a Quién, Madrid, 7 y 8 de octubre de
2011, “El origen de la deuda pública griega y razones para no
pagarla” [2]. Hay que
recordar que el derecho internacional recoge que un préstamo
concedido a un poder despótico, que le sirva para reforzar su poder
y no para beneficiar a su población, el régimen democrático que lo
suceda no tiene la obligación de pagarlo; pues se considera una
deuda odiosa. Pero debemos ir más allá, si los préstamos
concedidos han sido impuestos a democracias por medio del chantaje y
a espaldas de los pueblos para salvar los intereses privados de una
minoría como es la banca europea, aún no siendo una deuda odiosa
desde el punto de vista jurídico, es del todo ilegítima. Los
griegos, y volviendo al artículo citado que abría este artículo
[1], saben también que solos no pueden combatir contra este
chantaje, y hacen continuos llamamientos a la lucha internacional
contra la deuda ilegítima y odiosa.
La lucha es
internacional, cierto, aún así no podemos caer en la inacción a la
espera de la coordinación con el resto de proletariados de otros
países. Es necesaria la concienciación sobre el mecanismo de la
deuda, que es la palanca sobre la que se apoyan todos los recortes
que estamos sufriendo, y para ello hay que luchar, hay que salir a la
calle, hay que hacer huelgas. Las manifestaciones del 19 de febrero,
la primavera valenciana y las manifestaciones en contra de los
recortes en educación en todo el estado nos demuestran que hay ya
bases movilizadas. Decía Ernesto Che Guevara, “Nos empujan a
esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a
emprenderla”. Hay que
decidirse a emprenderla, repito yo.
Todos vimos las imágenes
de Atenas ardiendo en la última huelga general a causa del enésimo
chantaje de la Troika
europea, imponiendo terribles recortes a cambio de un nuevo rescate
(en realidad préstamos para pagar otros préstamos de deuda odiosa o
ilegítima). Seamos serios, es de muy buena voluntad manifestarse
delante de la embajada griega en solidaridad con el pueblo griego,
pero no sirve de mucho. Solamente estaremos ayudando a los
griegos, y por ende a la lucha obrera internacional, cuando se
consiga que una buena parte de los trabajadores de este país se
echen a las calles comprendiendo y luchando porque la solución pase
por la auditoría de la deuda pública y el no pago de la parte de
ella que se establezca ilegítima y odiosa.
Estaremos poniendo en un
aprieto al capitalismo global cuando los trabajadores nos pongamos en
huelga al grito de: ¡La deuda no la pagamos!
Pedro Luis López Sánchez
– Twitter @estrateglobal
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