No salgo de mi asombro,
este Estado está lleno de aspirantes a Gramscis. Un sencillo
artículo de Pablo Iglesias /1, que calificaría de aportación
sociológica mas que marxista, ha provocado una serie de artículos
en respuesta (por ejemplo el de Nega /2) que, más que un intercambio
de razonamientos para dar salida a esta situación de reflujo en la
que nos encontramos, parece una competición a ver quién tiene la
mejor caracterización de que es la clase obrera; competición que
tiene más de egolatría que de reflexión colectiva con vistas de
transformación social.
Que si la clase obrera
son “los de abajo”, que si la clase obrera son los padres,
que si la clase obrera son los reyes magos, ¡ya está bien! Haceos a
la idea, la clase obrera no existe, al menos no objetivamente. Lo
único objetivo es la lucha de clases, lucha de clases que viene dada
porque hay una minoría que ostenta la propiedad sobre los medios de
producción y la controla en beneficio fundamentalmente propio, y una
mayoría, que son los expropiados, que no tienen en su poder dichos
medios para su subsistencia y necesitan vender su fuerza de trabajo
para vivir, lo que provoca grandes desigualdades y la acumulación de
riqueza en unas pocas manos. Ahora, para que esta mayoría se
constituya en clase para sí, homogénea y organizada, va un
recorrido muy largo.
La clase obrera es una
construcción histórica provocada por la lucha de clases,
construcción que en ciertos momentos históricos se verifica su
existencia, en otros se desdibuja, es derrotada, desaparece, vuelve a
aparecer divida en diferentes clases que podrían converger, etc. Es
una realidad subjetiva, no viene dada, se construye en base a la
concienciación sobre la lucha de clases; construcción que se ve
avivada cuando esta lucha de clases se muestra sin caretas, en las
crisis de hegemonía de una clase sobre el resto.
Intentar representar la
clase obrera como una construcción en base solamente a causas
objetivas es absurdo. Porque podríamos decir, la clase obrera son
todos aquellos que cobran un salario, o todos aquellos que se ven
obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir y no tienen
control sobre el trabajo que desempeñan, un trabajo enajenado o
alineado. Hay una escena en la película
Novecento de
Bernardo Bertolucci que nos
saca del error de un razonamiento así. Cuando Olmo, campesino,
vuelve de la guerra y conoce a Attila, el administrador contratado
por el patrón, en una
discusión sobre el reparto de riqueza, Attila le dice a Olmo «soy
un soldado como tú […] trabajaremos
juntos, yo te comprendo», sin
embargo tanto Olmo como el resto de campesinas de
la escena comprenden que no
son la misma cosa, Attila no es clase obrera por mucho que cobre un
salario. Porque la clase
obrera es una construcción subjetiva, de conciencia del
rol que se desempeña dentro de la lucha de clases,
no solamente objetiva.
El
debate no debería ser quién o no es clase obrera, sino en base a
qué sectores construir dicha clase. Porque no nos engañemos, la
clase obrera no se construye sola ni espontáneamente, tampoco es
homogénea (al menos
inicialmente) ni todos los
sectores productivos y/o
precarios van al unísono, hay unos sectores más avanzados y otros
que van más a la zaga,
incluso habrá algunos sectores
que deriven a posiciones más
conservadoras o
reaccionarias.
La tarea principal es por lo
tanto organizar, homogeneizar esta fuerza, prepararla,
hacerla avanzar. En palabras
del propio Gramsci:
«[...] Pero la
observación más importante que se puede hacer a propósito de todo
análisis concreto de la correlación de fuerzas es que estos
análisis no pueden ni deben ser fines en sí mismos (a menos que no
se escriba un capítulo de historia del pasado) sino que sólo
adquieren significado si sirven para justificar una actividad
práctica, una iniciativa de voluntad. Muestran cuáles son los
puntos de menor resistencia donde puede aplicarse con mayor fruto la
fuerza de voluntad; sugieren las operaciones tácticas inmediatas;
indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación
política, qué lenguaje entenderán mejor las multitudes, etc. El
elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente
organizada y dispuesta desde hace tiempo que se puede hacer avanzar
cuando se considera que una situación es favorable (y sólo es
favorable en la medida que esta fuerza existe y está llena de ardor
combativo); por esto la tarea esencial es la de procurar sistemática
y pacientemente formar, desarrollar, hacer cada vez más homogénea,
más compacta y mas consciente de sí misma esta fuerza. [...]» /3
Una de las aportaciones
más adecuadas a este debate ha sido la de la
Coordinadora
de Informática de CGT /4. Elaboraron una
estrategia sindical para hacer crecer la conciencia de clase en el
sector, un sector, como ellos muy bien destacan, con un profundo
elitismo de clase; la han aplicado durante algunos años y han
obtenido grandes resultados (grandes resultados en comparación al
panorama general). Y ahora justamente dicen: esto nos ha funcionado a
nosotros, ¿por qué no seguimos con esta línea en otros sectores?
Estando en general de acuerdo con la estrategia sindical de
organización desde la base independientemente del centro de trabajo
al que se pertenezca, habría que preguntarse si efectivamente el
sector informático es un sector clave que arrastre a otros sectores
y si la estrategia utilizada es exportable teniendo en cuenta que los
informáticos cuentan con la ventaja de ser de los pocos
profesionales difícilmente sustituibles masivamente y en un periodo
corto de tiempo, evitando así amenazas de despidos masivos ante
convocatorias de huelga. También habría que cuestionar si la clase
obrera debe ser organizada a partir de la realidad de los centros de
trabajo, centros de trabajo que en su mayoría cuentan con pocos
trabajadores (en el 2010 aproximadamente el 95% de las empresas
contaban con menos de 10 trabajadores /5), y teniendo en cuenta
también que existen experiencias fuera de los centros de trabajo que
están funcionando, como la PAH. Este debería ser el debate; como
llegar, que lenguaje usar, donde, a quienes, por donde empezar, …
Pero sin duda lo más
preocupante es la falta de compromiso militante, este tic tan
característico de la actual hegemonía individualista neoliberal de
llevar la conciencia de clase desde la independencia y la autonomía,
“desde afuera” no solamente de la propia lucha económica, incluso "desde afuera" del propio movimiento social obrero. Como decía, este Estado parece estar
lleno de aspirantes a Gramscis con ciertos toques de egolatría.
Déjenme aclararles algo, Gramsci siempre partió su reflexión
teórica desde la más activa militancia política, desde dentro del
movimiento social de la clase trabajadora y sus organizaciones; para
analizar, una vez en la cárcel, la derrota que supuso el ascenso del
fascismo y a partir de ahí concluir como se debería recomponer el
partido y por ende la clase obrera.
El debate teórico es
necesario, pero igual de necesario es la militancia política en el
interior del movimiento social obrero organizado. Estas reflexiones
teóricas, si se tienen al externo de las organizaciones a través de
las cuales se debe construir y homogeneizar la clase trabajadora («el
partido en el gran sentido histórico de esta palabra» /6), se
quedan en simples postulados sociológicos. Y la sociología, como la
indiferencia, es un peso muerto para la tarea revolucionaria.
Pedro Luis López
Sánchez, @estrateglobal
-
3/
Extracto de “Análisis de las situaciones. Correlaciones de
fuerzas”, El Príncipe Moderno,
Antonio Gramsci.
6/
En una ocasión, el poeta
amigo de Marx, Ferdinand Freiligrath (1810 - 1876), le hizo un
reproche sobre la estrechez partidaria de una organización política
puntual de Inglaterra. En una carta del 29/2/1860, Marx le responde:
«Yo siempre he entendido por partido, el partido en el
gran sentido histórico de esta palabra».
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