"La revolución debe realizarse en los hombres antes de realizarse en las cosas."
Acabo de llegar cansado a casa de la Plaza de la Revolución 15 de Mayo de Murcia. Cansado pero lleno de energía. No quería acostarme sin poner antes en valor algo que estoy sintiendo desde que paso horas en dicha plaza. Los psicólogos saben de la importancia de verbalizar, de hablar sobre lo que sentimos porque de esta manera somos capaces de identificarlo, de hacerlo presente y visible; por lo tanto voy a intentar verbalizar, hacer presente aquello que está escondido, que se está transmitiendo sin que nos demos cuenta y que está cambiando la forma de como entendemos el mundo.
Seguramente los que hayáis pasado algún momento en la plaza de vuestra ciudad donde hay acampadas habréis notado lo amable y gentil que es la gente, el buen rollo y la tranquilidad que reina, al menos en Murcia es así. Cuando se está sentado y sin querer manchas con tu pie el pantalón de tu vecino se convierte en un buen momento para una sonrisa, un intercambio amable de palabras y por qué no, de un abrazo. Este buen rollo llega a ser exagerado, pero natural.
Hoy me ha ocurrido un hecho revelador. Os intento poner en situación, se han repartido papeles y lapices (o similar) entre los cientos de asistentes para que escribamos propuestas de cambio o de actuación que posteriormente debían ser depositados en una urna. Ha llegado un momento en el que todo el mundo se ha levantado y no se sabía muy bien donde estaba la urna, pues la llevaba en las manos una chica que se movía entre los asistentes. Me he encontrado con una chica que no conocía de nada que también la estaba buscando, un sonrisa y un “¿te vienes?” ha bastado para que los dos unamos nuestros esfuerzos, nos asociemos o colectivicemos en post de un objetivo común, encontrar la dichosa urna. Parece un hecho banal, sin importancia, pero quizás en otro lugar no habríamos conectado de esa forma, tan natural, tan perfecta. Y parece que este buen rollo es también banal, pero en realidad contiene un poder de cambio impresionante.
Desde pequeños sufrimos el bombardeo de la filosofía y la ética imperante, y esta no es otra que la ética del individualismo. Se nos inculca que debemos pensar en nosotros mismos, en nuestro bienestar personal, en nuestros intereses particulares, en nuestra autoestima; yo, yo, yo. Se nos dice que si todos luchamos por nuestro interés particular, si somos egoístas, se creará un especie de equilibrio mágico de convivencia. Mentira, todo mentira. Frente a esta ética individualista se está alzando en todas las plazas de España y el mundo entero un grito silencioso de rebeldía, de decir basta, se acabó, queremos conectar, queremos decidir juntos, queremos mirar por los intereses de todos, de la mayoría. Esta nueva filosofía, esta nueva ética nos está cambiando, nos ha cambiado ya a la chica de la sonrisa y el “¿te vienes?” y a mí. La revolución ya está dentro de nosotros y como un virus la transmitiremos allá por donde vayamos, la llevaremos fuera de la plaza a todos los lugares por donde pasemos.
Escucho en muchas ocasiones menciones al sentido común. Pero si el sentido común se refiere a lo que entendemos por correcto respecto a la ética y filosofía imperante, no es sentido común a lo que deberíamos referirnos para afirmarnos en nuestros argumentos, al menos no al antiguo sentido común. En realidad, seguramente los que se refieren al sentido común están ya funcionando respecto a una nueva filosofía, a una nueva ética de lo colectivo. Entonces pues estamos hablando de un nuevo sentido común. Este es el gran cambio, el que llevaremos a toda la sociedad aunque las acampadas desaparezcan físicamente, una nueva filosofía está germinando de las cenizas de la antigua y debemos cuidarla, mimarla y desarrollarla. Muchos piden en la acampada de Murcia más política, pero este cambio es ya política, y quizás sea el paso más importante y difícil. Todo lo demás vendrá, no dudarlo.
El programa político, la ética y la filosofía que apenas se intuyó con la comuna francesa está resurgiendo aún con más fuerza en todas las plazas. Los últimos comuneros fueron fusilados en lo que se conoce como Muro de los Federados en el cementerio de Père Lachaise. Vaneigem escribió que para limpiar el Muro de los Federados con la sangre de sus asesinos, un día los revolucionarios de todos los países, se unirían a los revolucionarios de todos los tiempos.
Pues quizás haya llegado ya ese momento.
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